miércoles, 6 de junio de 2012

Sin retorno


Aquel epitafio donde yace la historia de aquel amor, curdo a la escoria que hicimos de aquel cuento de hadas, sin recuerdo al sinfín de alusiones discordantes que emanaban sin cesar en la áspera triada sulfurando nuestros ennegrecidos odios y pintando un ambiente hostil para tan acalorado malestar, yacimos casi muerto a aquel intento suicida por embarrar la traición de nuestros ósculos sin equiparar que aquel infortunio apedreaba la pizca del último intento fallido por enmarañar nuestro cariño tornándolo nuevamente en la nada del quejumbroso alarido imponente a nuestro maldito orgullo en el no querer ceder y atar para que ceda.


Ah historia frígida al llanto susurrante de sangre impuesta a un odio que me encargue de levantar sin bandera y terminar ahuyentando esta realidad para buscar en horizontes lejanos la tranquilidad. 

Rechiné mil veces y trague fuego para sobrellevar este maldito juego de niños, estúpidos caracteres sórdidos capaces sólo de complacer a cada individuo pero incapaces de poner un miligramos de esfuerzo para brillar en este trato; el polvo que emana, pues sólo se observa ello ante tal derrumbe catastrófico, no tiene ni un esfuerzo por equiparar el amor en vez de ello sólo es señal de muerte. 

Mi ira quiso dar a sentir una probada, maldita probada que destruiste sin piedad, mostrando el arrebato indecente convertido en llamas y alaridos de defunción que se clavaron en el alma agonizante y dejándola por fin sin vida. Arrepentimientos después de tal acto infrahumano, que se repite constantemente, vinieron pues no se midieron las consecuencias… historia que se repite una y otra vez, reconciliaciones una y otra vez… es momento de ceder al olvido y volcar todo ese sentimiento a un ángulo perdido. 

Ruge la angustia y la inexactitud pide tregua, “tregua no” grita ante tanta aberración mi alma pidiendo un suspiro de paz, oh alma perdida que yaces de las fauces de esta bestia atacante mira en que te convertiste… Es ahora o nunca, mi corazón se encoje y toma aquella fatídica decisión, sé que serás muy feliz si me aferro a esta última decisión y por ende tendremos paz absoluta, pero no sé si esta última decisión la tome… pero puedo asegurarte que aunque no la tome de igual manera me marcharé lejos para que el filo de tu recuerdo no me alcance. 

Te amaré pues jamás me entregue de esta manera al arte del amor y ahora sé, por experiencia, que nunca más he de entregarme,


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