martes, 19 de junio de 2012

Orgullo nefasto, ser imperfecto


Aquel alarido se funde en el vacío de una niñez impropia, en el tormento del holocausto y el timbre de no querer volver aquel nefasto día.

No puedes exigir caricias ni besos mientras el magullo de tus actos se vuelquen una y otra vez a tu despreciable camaradería, ensordecedora de todo sentimiento banal que profesas pues tus aciagos momentos destruyeron la creencia de un ser protector en mí… 

No hay impresiones que aviven etapas, no hay tibia alborada que conlleve a recordarte, no hay nada que me aliente a amarte pues tú, ser imperfecto destructor de la paz, devastaste el castillo de naipes que aún existía – débil, muy débil estructura que se mantenía en pie por si algún día retornaras – para tu orgullo propio o satisfacer los deseos infrahumanos a una estoica arpía que alojas en tu morada deslustra. Oh clarividente amanecer me traes una estocada a mi necedad pues degollaron la palidez de la certeza y la bañaron de alelamientos rígidos, que sandez cometieron los inocentes en su recorrido al mundo, que desdicha aplacaron su dilección pero que premisa transita por su sesera que lo obstaculiza advenir el ominoso hogaño. 


Puesto que el dictamen es inexorable atente al fruto de tu labranza, oye bien que el musitar del partir no tiene retorno y tu despertar es calamitoso pues en sí te veras sólo y desdeñado con aflicciones que te harán recordar tu pretérito anterior.

miércoles, 6 de junio de 2012

Sin retorno


Aquel epitafio donde yace la historia de aquel amor, curdo a la escoria que hicimos de aquel cuento de hadas, sin recuerdo al sinfín de alusiones discordantes que emanaban sin cesar en la áspera triada sulfurando nuestros ennegrecidos odios y pintando un ambiente hostil para tan acalorado malestar, yacimos casi muerto a aquel intento suicida por embarrar la traición de nuestros ósculos sin equiparar que aquel infortunio apedreaba la pizca del último intento fallido por enmarañar nuestro cariño tornándolo nuevamente en la nada del quejumbroso alarido imponente a nuestro maldito orgullo en el no querer ceder y atar para que ceda.


Ah historia frígida al llanto susurrante de sangre impuesta a un odio que me encargue de levantar sin bandera y terminar ahuyentando esta realidad para buscar en horizontes lejanos la tranquilidad. 

Rechiné mil veces y trague fuego para sobrellevar este maldito juego de niños, estúpidos caracteres sórdidos capaces sólo de complacer a cada individuo pero incapaces de poner un miligramos de esfuerzo para brillar en este trato; el polvo que emana, pues sólo se observa ello ante tal derrumbe catastrófico, no tiene ni un esfuerzo por equiparar el amor en vez de ello sólo es señal de muerte. 

Mi ira quiso dar a sentir una probada, maldita probada que destruiste sin piedad, mostrando el arrebato indecente convertido en llamas y alaridos de defunción que se clavaron en el alma agonizante y dejándola por fin sin vida. Arrepentimientos después de tal acto infrahumano, que se repite constantemente, vinieron pues no se midieron las consecuencias… historia que se repite una y otra vez, reconciliaciones una y otra vez… es momento de ceder al olvido y volcar todo ese sentimiento a un ángulo perdido. 

Ruge la angustia y la inexactitud pide tregua, “tregua no” grita ante tanta aberración mi alma pidiendo un suspiro de paz, oh alma perdida que yaces de las fauces de esta bestia atacante mira en que te convertiste… Es ahora o nunca, mi corazón se encoje y toma aquella fatídica decisión, sé que serás muy feliz si me aferro a esta última decisión y por ende tendremos paz absoluta, pero no sé si esta última decisión la tome… pero puedo asegurarte que aunque no la tome de igual manera me marcharé lejos para que el filo de tu recuerdo no me alcance. 

Te amaré pues jamás me entregue de esta manera al arte del amor y ahora sé, por experiencia, que nunca más he de entregarme,