La
nave hirió al taciturno menudo
y aclamó a las olas del olvido,
bañado
en carmesí con heridas lacerantes
desprovistas
de cuidado.
Llamo
al magnificente y le dijo:
"Oh
Sol otoñante ven y baja de esa puesta,
calienta
mi alma y revive mis fuerzas,
pues
aquellas ladronas del cielo,
que
su brillo tintinea han usurpado para beneficio de su candil,
mi
prosa juguetona y mi baúl de ensueño,
sus
hermanas han maltratado mi alma
y la nave confirió su bouquet en lacerar mi ser".
Aquella
señora de la noche con su luz majestuosa
fue
testigo de mi desgracia
y sin vacilar se retiró a leguas del infortunio
para
dar pie a tu llegada.
Astro
omnipotente, señor del día,
que
das vida a tus hijas
y mantienes el equilibrio a cuesta
dame
tu mirada y seca mis mejillas, calienta
mi ser y cura mis heridas.
Blankita
Apéstegui